COMO ESTE NIÑO

COMO ESTE NIÑO

Lección: Mateo 18:1-9 Texto: 2°Pedro 1:11

INTRODUCCION

Entre el capítulo 14 y 17 el nombre de Pedro, Simón o Simón Pedro, aparece por lo menos una docena de veces. Antes no fueron tantas. Luego retomará importancia hasta del Capítulo 24 al 27 nuevamente. Sabemos que si estamos juntos con muchas personas por un tiempo prolongando, y más aún en la comunión que tenían los discípulos, cubriendo todas las áreas de sus vidas, en algún momento surgiría la humanidad en la zigzagueante espiritualidad como hemos visto. Un día muy arriba y otro muy abajo. A la recurrente aparición de Pedro en las situaciones precedentes que nombraremos en el desarrollo, era natural, que ellos, después de saber que Jesús es el Rey de Reyes y el Señor de Señores, les surgiera la pregunta natural respecto de sus propias personas, de ¿quién sería, después del Mesías el más importante en los cielos?. Incluiremos aquí la demostración y la base práctica de la respuesta del Maestro (versos 1-5) y para avanzar un poco más, lo que no se tiene que hacer con los niños (versos 6 al 9). Los pasajes paralelos y complementarios de estas dos partes están en Mar.9:33-37 y Luc.9:46-48 y luego en Mar.9:42-48; Luc.17:1-2 respectivamente.

DESARROLLO

v.1-5) Como veníamos introduciendo el tema, no hay una desconexión entre el pago de impuestos recién descrito en la Escuela anterior, sino, al contrario, como dice el verso 1 y la traducción original es “en aquel momento” (literalmente, “en aquella hora”, 18:1); esto muestra claramente que fue inmediatamente, después que Pedro pagó los impuestos que se reunen con los demás discípulos, en la casa donde estaban quedándose en Capernaum, y quizás por la abundante participación de él en todo, es que en su mente, pensaron la pregunta que da la base para la enseñanza ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? refiriéndose a ellos mismos y quizás queriendo confirmar si Pedro sería el Segundo después de Jesús. Resumanos lo siguiente (desde el Cap.14 al 17) : Fue Pedro quien caminó sobre el agua, fue Pedro quien preguntó a Jesús con respecto a su dicho acerca de la impureza ceremonial en contraste con la real. A Pedro fueron dirigidas las palabras de Jesús: “Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia”. En el monte de la transfiguración fue Pedro nuevamente quien habló más que los otros discípulos que lo acompañaban. Los cobradores de impuesto, deseosos de saber si Jesús acostumbraba a pagar o no el impuesto del templo, habían elegido a Pedro para preguntarle, pensando evidentemente que él más que cualquier otro tendría la respuesta. Y fue Pedro quien recibió del Señor la orden de pescar un pez que tenía la moneda necesaria en la boca. Con todo eso, seguro hasta usted , siendo parte de ese grupo humano, estaría pensando en lo que ellos preguntaron. REFLEXION PRACTICA : ¿ No sucede lo mismo en la iglesia cuando hay alguien que sobresale o es ocupado mucho más que otros en tareas junto al pastor? Sin ser esto una situación premeditada o humana para causar envidia, daño o algo parecido. Ya que debemos ser sabios y humildes, porque si es Dios quien lo hace, nosotros sólo debemos estar orando y contentos, porque quizás hay un propósito, lo cual implica esta consideración, no exenta de disciplina y situaciones difíciles que debe pasar aquel de quien se tiene esa pregunta.

Ahora, tampoco estaban seguros que esta pregunta recibiría una respuesta afirmativa. Los siguientes hechos podrían refutar la idea de la importancia superior de Pedro: a) Había sido tajantemente reprendido por Jesús (Mat.16:23); b) no solamente Pedro sino también Jacobo y Juan habían estado con Jesús en el “monte santo” (Mat.17:1); y c) la sugerencia de Pedro de construir tres enramadas en ese monte ni siquiera había recibido una respuesta (Mat.17:4, 5), como muy bien sabían los hijos de Zebedeo. Así que, tal vez Pedro no fuera el más grande después de todo. Si no era Pedro, ¿quién entonces? Esta no era una pregunta inocente, los hombres que constantemente estaban discutiendo la cuestión de rango y prioridad en el reino no estaban libres de una ambición pecaminosa. De otro modo, ¿por qué tenían que avergonzarse de sí mismos cuando Jesús les preguntó: “¿Qué discutíais en el camino” (Mar. 9:33-34, Luc.9:46)?

v.2) En la gran pedagogía del Maestro, en forma práctica, simple y sencilla, toma a un niño y lo pone en medio de ellos. Lo que Jesús hizo en esta ocasión revelaba no solamente su completo entendimiento de la naturaleza del reino y del modo de entrar en él, sino también su ternura hacia los pequeños. Lo que dijo merecía todo el elogio que siempre se le ha atribuido y mucho más que eso. Pero ¿no se reveló también la maravillosa gloria del alma del Mediador en su reserva, esto es, en lo que no hizo y no dijo? Ni siquiera reprendió a sus discípulos por la dureza, la insensibilidad que mostraban en relación con sus sufrimientos que se aproximaban (ya que eso era más importante), el carácter tan pasajero del dolor que sintieron, la prontitud con que cambiaron sus pensamientos de él hacia sí mismos, el egocentrismo de ellos. Todo esto él lo pasó por alto y respondió directamente a la pregunta de ellos. Agreguemos que la presencia de niños alrededor de Jesús y su amor hacia ellos se menciona en los evangelios constantemente. Los niños se sentían atraídos a Jesús, querían estar con él. Cada vez que necesitaba un niño, siempre había uno presente, dispuesto a hacer lo que él le ordenaba, a acudir cuando él lo llamaba. Así también ocurre aquí. Es inútil especular quién era este niño, lo relevante es que éste era ciertamente un niño, con todas las cualidades favorables y amables que generalmente se asocian con la niñez en todo tiempo y en cualquier lugar. Este niño no tenía miedo, porque estaba al lado mismo del Señor (Luc.9:47), en medio de hombres adultos quizás en una media luna formada por ellos. Luego el Señor lo tomó en brazos (Mar.9:36), donde podría sentirse perfectamente cómodo y podía mirar cara a cara a Jesús. El verso 3 da la respuesta espiritual a la pregunta y lo que quiso decir era esto: “Vosotros habéis estado discutiendo acerca de quién será el mayor en el reino de los cielos, como si estuvierais seguros de estar ya en él y de estar destinados para su futura manifestación en gloria. Pero si continuáis en el actual estado de mente y de corazón, en que cada uno de vosotros está ansioso de ser más grande que sus compañeros y de señorear sobre ellos, seréis excluidos; entonces muy ciertamente ni siquiera entraréis en él”. Jesús exige a sus discípulos que se vuelvan, que se conviertan de su ambición mundanal, de su humano egoísmo. Por supuesto, ellos no pueden hacer esto con su propio poder. Deben hacer la oración que se encuentra en Jer.31:18: “Conviérteme y seré convertido, porque tú eres Jehová mi Dios”. La conversión, como un acto en que el hombre mismo participa, solamente es posible cuando ha ocurrido el nacimiento divino de una persona (nacido “de arriba”), como dijo en Jn.3:3, 5.

Convertirse del yo a Dios; del pecado a la gracia, lo cual implica “hacerse como niños” es claro por la yuxtaposición de las palabras, porque Jesús dijo: si no os volvéis y os hacéis como niños, etc.” Esto plantea la pregunta: “¿Exactamente qué quiso decir cuando declaró solemnemente (Mat. 5:18) que con miras a entrar en el reino de los cielos (Mat. 4:23; 13:43) los discípulos debían hacerse como niños?” A estas características se refirió Jesús : sencillez, franqueza, obediencia, carencia de pretensiones, humildad, confianza. El hecho de que sean débiles, muy limitados en fuerzas y conocimientos, y que ellos no lo niegan, hace que los queramos mucho. Todos estos rasgos bien podrían haber estado en la mente del Salvador cuando dijo a los discípulos que si querían entrar en el reino de los cielos debían hacerse como niños.

La persona que en mi nombre recibe a un niño como éste, a mí me recibe (Recibe a Jesús=Cree en Él=Evangelio). Que la verdad aquí expresada se aplica no solamente a los corderos del rebaño sino también a todos los que por gracia han llegado a ser como ellos, como vimos en Mat.10:40. Al recibir a cualquiera de los que pertenecen a Jesucristo, no importa cuán insignificante pueda parecer al mundo que lo rodea, estamos dando la bienvenida a Jesucristo mismo, porque es imposible separar al Señor de aquellos a quienes considera suyos (Hch.9:4, 5; 22:7; 26:15; Rom.8:35-39).

v.6-9) Es por las características anteriores descritas, que luego en el verso 6, Jesús se refiere a la Salvación por fe, segura de ellos, de quienes creen en Jesús en forma verdadera, sencilla y sin ego humano, sabiendo que la salvación, ya sea en su etapa inicial, en su continuación o en su etapa final, siempre debe ser aceptada como un don no merecido, puesto que aun la fe por medio de la cual se acepta es también un don. (Efe.2:8, siempre recordamos que la fe es el trampolín para saltar a esa gracia, Rom.5:2). Así queda excluida toda jactancia humana (Rom.3:27). Sólo Dios recibe la gloria. Amén. Allí estaba este humilde niño, mirando aún confiadamente a los ojos del Maestro. Todos los discípulos entonces, deben hacerse como este niño. Deben aprender que el único camino para subir es descender. ¿Quieren ser grandes? ¡Háganse pequeños! ¿Quieren subir? ¡Rebájense! ¿Quieren reinar? ¡obedezcan y Sirvan!. Por esto, las consecuencias de cualquiera que haga tropezar a uno de estos niños (sus hijos, que creen en Él), Jesús pone lo negativo cuando alguna persona “mundana”, sea dentro o fuera de la iglesia visible, comete el grave pecado de tratar de hacer caer a uno de los verdaderos hijos de Dios, resultaría preferible la muerte física para el que así maquina o hace. Y una muerte terrible. Cualquiera que ponga en su camino tentaciones a hacer mal, trampas, seducciones engañosas, a tal persona se le cuelgue al cuello una pesada piedra de molino y que sea ahogado en lo profundo del mar (literalmente, “sea sumergido en el mar, en el mar del mar”), esto es, que con esta pesada piedra de molino al cuello, que haría más seguro el que se ahogase, sea llevado lejos de la costa, donde las ondulantes aguas del mar turbulento o del océano son muy profundas, y que allí sea sumergido en esta tumba líquida de la que es completamente imposible el regreso (La piedra de molino mencionada por Jesús es la piedra superior de las dos entre las que se muele el grano). La referencia no es a la piedra de molino a mano sino a la piedra mucho más pesada impulsada por un burro. En el centro de la piedra de arriba, sea de molino a mano o movido por burro, hay un agujero a través del cual se echa el grano que va a ser molido entre las dos piedras. La presencia de este agujero explica la frase “que se le cuelgue al cuello una pesada piedra de molino”. Esto se une al verso 7, donde sigue y profundiza que ¡Ay del mundo por sus tentaciones! Los que inducen a otros a pecar y no se arrepienten, mostrando que pertenecen “al mundo”, a la humanidad ajena a la vida de Dios. No todas estas personas sobre las que se pronuncia esta maldición profética deben ser consideradas como que de partida están necesariamente fuera del reino, cuando se toma este concepto en su sentido más amplio. Aun los discípulos mismos deben estar en guardia, como Jesús acaba de mostrar (v.3,6), a menos que pertenezcan “al mundo” que se esfuerza por inducir a los hijos de Dios al pecado. La gravedad de cometer este pecado surge del hecho de que fue por medio de la tentación que entró el pecado en la humanidad (Gén.3:1-6) y todavía se extiende de ese modo (1°Tim. 6:9; Stg.1:12). La tentación es del diablo, el gran tentador (Mat.4:1; Jn.8:44; 1°Ped.5:8), cuyas maquinaciones son muchas. La sustancia de la maldición pronunciada sobre el mundo se indica en el v. 8 (“el fuego eterno”) y en el v. 9 (“el infierno de fuego”).  Pero aunque es imposible erradicar las tentaciones, por la gracia de Dios es posible prevenir que uno mismo pertenezca al grupo de los tentadores. Por eso dijo ¡ay del hombre que es responsable de las tentaciones! o, más literalmente, “a través de quien viene la tentación”. Ni el decreto eterno de Dios ni los hechos de la historia ofrecen excusa alguna para el terrible pecado de inducir a otros al mal (Luc.22:22; Hch.2:23).

Por la gracia de Dios también es posible vencer la tentación en la propia vida de uno: “Y si tu mano o tu pie te induce a pecar, córtatelo y échalo de ti. Mejor te es entrar en la vida manco o cojo y no que con las dos manos o los dos pies ser arrojado en el fuego eterno. Y si tu ojo te induce a pecar, sácatelo y arrójalo lejos de ti. Mejor te es entrar en la vida con un solo ojo antes que con dos ojos ser echado en el infierno de fuego”. Aquí se repite con ligeras variaciones la amonestación de Mat.5:29-30; describiendo el castigo como ser echado en el fuego eterno … en el infierno (Gehenna) de fuego; antes se describió como ser lanzado o bajar al infierno (Gehenna). Finalmente, (v.9) se hace muy claro que la Gehenna de fuego eterno es exactamente lo opuesto a la “vida”, la “vida eterna” con Dios en el cielo. Pero no debemos fijar nuestra atención en estos detalles menores sino en el sentido central que es el mismo en ambos lugares. Para vencer la tentación es necesario la acción drástica, acción que se hace posible por la oración (Mat.6:13; 26:41). La promesa de victoria se da en pasajes tales como Mat.7:7; 1°Cor. 10:13; Heb.2:18; Stg.1:12. Amén.

CONCLUSION

Frente a la humana pregunta tenemos una práctica, magistral y divina contestación, que hoy es para claridad a la iglesia que espera al Mesías. Pudo parecer que Jesús cambió de tema dando respuesta que quienes entrarán al reino de los cielos a luego hablar del cuidado a sus “pequeños” (niños=los creyentes salvados) y de no tentarlos a pecar. Sin embargo, en la realidad no se apartó del evangelio, de su mensaje, de su doctrina, porque el mejor método para impedir que ellos mismos pongan tentación a otros, ¿no es tomar drásticas medidas contra las tentaciones por las cuales los discípulos de Cristo son asaltados? En cuanto a los “pequeños”, Jesús seguirá exhortando a los discípulos en la siguiente lección. Gloria a Dios nuevamente demuestra su amor por nosotros, que ojalá no tengamos esa duda mostrando nuestro no convertimiento. Amén.

APOYO ESTUDIO: IB MITEI

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