NUESTRA IDENTIDAD COMO HIJOS DE DIOS

NUESTRA IDENTIDAD COMO HIJOS DE DIOS

Lección: Mateo 5:9-12 Texto: Colosenses 3:24

INTRODUCCION

La actitud de todo nuestro ser hacia Dios nos lleva a recibir su misericordia (4 principios), inmediatamente también esta cambiará hacia los demás porque nuestro corazón ahora es guiado por Su palabra y Su Espíritu. Al estar reconciliado con Dios por medio de Jesucristo nuestros pensamientos son guardados en Él y esta es nuestra perfecta paz, procurarla hacia los demás y estar dispuestos a pagar el precio será nuestra identidad de vida.

DESARROLLO

Para obtener un título de cualquier índole es necesario cumplir con requisitos previos, estudios, pruebas y finalmente la aprobación de los maestros y directores, ya hemos visto lo que Dios exige (no es opcional), de los que irán al cielo en las primeras bienaventuranzas, ahora veremos el título y la identidad que tendremos.

V.9 > Bienaventurados LOS PACIFICADORES = PRINCIPIO DE RECONCILIACION.   En este verso vemos la bendición de estar reconciliados con el Creador, sólo por medio de Jesucristo. Cuando el hombre quebrantó la ley de Dios, quedó rota su relación con Él, la intranquilidad a todos nos invadió. El hombre ahora caído, no tiene paz en su mente, corazón ni hacia los demás por esta inicial decisión. Adán tuvo en sus manos la bendición (obedecer y seguir con Él) o la maldición (desobedecer y seguir su propio camino); ya sabemos lo que eligió, dejándonos a todos en la misma condición de incertidumbre en esta vida sin Dios. Nadie puede decir que tiene paz (Shalom) verdadera, sin estar en comunión con Dios cada segundo de su vida. Todo es caos, angustia, aflicción, intranquilidad, dudas y desazones, simplemente no hay paz en el alma. Vemos que Caín mata a Abel, la rebelión de la generación antes del diluvio, las guerras desde siempre entre los imperios, países, clanes y grupos, el caos se apoderó de la tierra. Hoy el ser humano no tiene paz consigo mismo, con los suyos y los asesinatos sin piedad son el resultado de ello. En un mundo que quebranta la paz, esta bienaventuranza muestra que el cristianismo es una fuerza “relevante”, vital y dinámica. La iglesia es calumniada frecuentemente como si su influencia en esta dirección fuera lastimosamente insignificante, nos referimos a la verdadera iglesia de Cristo, no a las que se denominan institución en que nada prevalece sino una ortodoxia muerta.  La iglesia es el “ejército de Cristo”, la suma total de todos los verdaderos soldados cristianos, hombres y mujeres redimidos de todas las generaciones, religiones y razas que pelean las batallas de Jehová contra el mal y en pro de la justicia y la verdad. “Sin la influencia de este poderoso ejército, ¿no serían mucho peores las condiciones del mundo en el día de hoy? ¿No es la iglesia el corcho sobre el cual se mantiene a flote el mundo (Gén. 18:26, 28–32)?”

Los verdaderos pacificadores son aquellos cuyo líder es el Dios de paz (1° Cor.14:33; Efe. 6:15; 1° Tes. 5:23), los que anhelan la paz con todos los hombres (Rom. 12:18), proclaman el evangelio de la paz, y modelan sus vidas según el Príncipe de paz (Juan 13:15). La proclamación del evangelio es la que provoca esto, aún cuando Jesús no se contradice cuando dice que Él no vino a traer paz. La proclamación de la verdad inicia una lucha en el corazón del hombre. Si este, por la gracia de Dios, finalmente se rinde y recibe al Príncipe de paz como su Salvador y Señor, él puede enfrentar otra batalla, y puede ser que la primera sea dentro de su propia familia. Es por esta razón que Jesús, que llamó bienaventurados a los pacificadores, no se estaba contradiciendo cuando dijo: “No penséis que he venido a traer paz sobre la tierra. No he venido a traer paz, sino espada … los enemigos del hombre serán los de su propia casa” (Mat. 10:34–36). Sin embargo, esta situación no es culpa de Cristo sino del hombre. Es Dios en Cristo quien sigue exhortando a los hombres que encuentren en él reconciliación y paz duradera (Mat. 11:27–30; 2° Cor. 5:20). Esa es la tarea de los salvados, pasan a ser los agentes de paz de Dios, por su actitud de confianza y sus muchas buenas obras, realizadas por gratitud y para la gloria de Dios, ellos están comprometidos en la tarea de expulsar el mal de los corazones de los hombres, llenándolos con todo lo que es bueno y noble (Rom. 12:21; Fil. 4:8, 9).

Porque ellos serán llamados hijos de Dios : Es el máximo título que un humano puede lograr, y una condición unida a la santidad sin la cual nadie verá al Señor (Heb.12:14). A este resultado como título obtenido al final de la carrera de nuestra fe, no hay nada más que agregar. Son, por decirlo así, el “cuerpo de paz” de Dios. Ya son hijos de Dios (1° Jn. 3:1). En el día del juicio será revelada públicamente su adopción como hijos de Dios. (Rom. 8:23; 1° Jn. 3:2). Amén!

V.10-12 > Bienaventurados LOS PERSEGUIDOS = PRINCIPIO DE IDENTIFICACION.   No se asuste con esta final dicha, ya que por esto Jesús dijo que solo los valientes arrebatan el reino de los cielos, no sólo al librar sus batallas internas personales, con su entorno inmediato, sino aun cuando en el fragor de la vida diaria, su fe sea causa de persecución en todas las esferas. Esa será la CREDENCIAL, nuestra IDENTIFICACION porque no somos de este mundo. La persecución a que Jesús hace referencia no surge de causas puramente sociales, raciales, económicas o políticas, sino que está arraigada en la religión, “por causa de la justicia”. Debido a que los hombres a quienes se hace referencia desean estar en armonía con Dios y vivir en armonía con la santa voluntad de Dios, es por eso que sufren la persecución y se mantienen firmes sin importar lo que les ocurra. No hay necesidad de cambiar la definición de la palabra “justicia” aquí: es la misma del v. 6. Los malos no pueden tolerar a quienes ante los ojos de Dios son contados por “justos”. Su carácter mismo es una protesta constante contra el carácter de sus adversarios. Por esa razón el “mundo” odia a los hijos de Dios (Mat. 24:9; Juan 15:19; 1° Juan 3:12, 13). Este odio es la razón de la persecución de que habla en verso 10. Cuando Jesús expresó esto, seguro fue impactante para los oyentes, porque era una idea bastante común entre los judíos que todo sufrimiento, incluida la persecución (Luc. 13:1–5). Aquí Cristo refuerza el punto de vista, con respecto a quienes sufren persecución por la causa de la justicia, su Ley, (v. 10), por causa de él mismo (“por mi causa”, v. 11), por causa del reino de los cielos (19:12). No se refiere que por nuestros propios pecados y maldades, si estamos sufriendo algo, esa es nuestra identidad. Eso lo estamos viviendo por nuestra responsabilidad, hay que separar y entender bien este punto.

Nótese el cambio de la tercera a la segunda persona, que comienza aquí y continúa (ya sea con vosotros o con tú) a través de la mayor parte del sermón. Sin embargo, en sustancia ésta es una continuación del verso 9. No solamente se llaman bienaventurados a los que sufren abusos por su fe permanente en Jesús, sino que se les dice que se regocijen, sí, no solamente que se regocijen, sino que se llenen (o: salten con) alegría irrefrenable (exuberante). El imperativo que se agrega a “regocijaos” podría bien traducirse, como lo han hecho algunas versiones inglesas: “estad sumamente contentos”; “alegraos enormemente”; “manteneos … saltando en éxtasis”. Es el tipo de transporte con que, según el discurso de Pedro en Pentecostés, David reaccionó ante el hecho de que Jehová estaba siempre a su diestra (Hch. 2:26); con que el carcelero convertido y toda su casa alabaron a Dios (Hch. 16:34); con que Abraham recibió la buena nueva de que iba a ver el día de Cristo (Jn. 8:56); con que Pedro, contemplando la gracia y la gloria del Jesucristo ahora invisible, describía a sus lectores, que participaban en esta contemplación con él, como que “os alegráis con gozo inefable y glorioso” (1° Ped. 1:8); y con que la gran multitud celestial triunfante un día responderá a la venida del Esposo para llevar consigo a la esposa: “Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado” (Ap. 19:7).

Persecución que puede venir por : A) Vituperios: amontonamiento de insultos sobre los creyentes; por ejemplo: (Jn. 9:34,  8:48; 15:20). B) Calumnias: diciendo falsamente “toda clase de males contra vosotros”. “Desecharán vuestro nombre como malo” (Luc. 6:22, Juan 7:49). Igualmente, un poco después, durante las primeras persecuciones de la iglesia, los cristianos iban a ser llamados ateos debido a que no adoraban a un dios visible; inmorales debido a que se veían obligados a reunirse en lugares secretos; y antipatriotas porque confesaban su lealtad a Cristo como su Rey y negaban la adoración al emperador. C)  Persecución de hecho. Aunque no se hace mención de esto aquí, veremos más adelante en Mateo 10:16–36.

Razones porque tendríamos que regocijarnos : A) Porque esta persecución indica el carácter genuino de la fe de ellos,

B) Porque el carácter cristiano es purificado y se madura por medio del sufrimiento (Rom. 5:3, 5; Stg. 1:3, 4; Job).

C) Porque la persecución es seguida por una gran recompensa en los cielos; no un salario ganado por méritos humanos, sino una recompensa de gracia. Esta recompensa es proporcional, aunque mucho mayor, al sacrificio (Rom. 8:18; 2° Cor. 4:17, 18).

Referencias para leer :   Las anteriores que están con letra azul.

CONCLUSION

La perfecta secuencia de las bienaventuranzas nos deja en un plan seguro de salvación, para llegar a su presencia, pese a lo que podamos estar viviendo en este mundo sin paz, sabemos que Dios ya ha cambiado nuestro objetivo de vida, nuestras prioridades y que nuestros planes personales no son la base de esta. Nuestra conexión con el Padre es lo principal, y será esta la única causa verdadera, por lo cual un hombre puede llegar a ser perseguido injustamente y quizás encontrar la muerte. Veamos lo que vivieron los del A.T y la misma vida de Jesús aquí, la de los discípulos y porque no la nuestra. Ese será nuestro carnet de identidad para entrar a los cielos si fuese necesario, hoy en un mundo hostil a Dios, Su Ley y Su pueblo. Esa podría ser la máxima prueba de fe en los peores momentos de la humanidad. Dios cuidará de nosotros. Amén!

7° Principio de  Reconciliación (Pacificadores)

8° Principio de Identificación (Perseguidos)

Articulos Relacionados