Lección: Mateo 5:43-48 Texto: Efesios 5:1
INTRODUCCION
Ya hemos mencionado que Jesús nos está llevando (a
su pueblo, a su iglesia, a sus escogidos) a la correcta interpretación de los
mandamientos, nunca contradiciendo la Escritura, si no más bien, dándonos a
conocer el espíritu de ella por sus labios. La máxima en todo, siempre será Él
mismo, ya que es consecuente con sus hechos, estos lo respaldan. Todos sabemos
que tener enemigos en esta tierra es posible, las razones pueden ser muchas,
vemos algunos casos : Desde Caín y Abel, pasando por José y sus hermanos, el
mismo pueblo de Israel (Jacobo) y los Amalecitas (nieto de Esaú), se generan
contiendas que hasta hoy persisten. Veamos que está diciendo ahora el Formador nuestro,
que siempre nos quiere llevar a recuperar su imagen y semejanza.
DESARROLLO
V.43
> Como vimos en la clase anterior, en Lev.19:18 los
doctores de la ley confirmar que hay que “amar al prójimo como a ti mismo”,
pero para comprender este verso debemos incluir Salmos
139:21-22 donde Dios habla de “aborrecer a los enemigos”. No
vamos a entrar a estudiar la profundidad de este verso, ya que aquí tenemos el concepto
de antropopatismo (Que es atribuir emociones o pasiones humanas a Dios,
para dar a conocer como se siente con el comportamiento de la humanidad o su
pueblo, y sólo para que nosotros comprendamos), donde Dios es amor en su
esencia (1°Juan 4:8, 16), por la perfección infinita de su Ser. [Se puede
estudiar en otro momento]. Como en los mandamientos anteriores, aunque los escribas
jamás le sacaron “como a ti mismo”, seguro también esto lo acomodaban a su
criterio, según la ofensa o daño, consideraban a la persona como enemigo y la
aborrecían, llegando al odio. Su perversión en el resumen popular establecía un
agudo contraste entre prójimo y enemigo, como si el propósito del mandamiento
hubiera sido el que se tuviera amor por aquéllos y odio por éstos. Debemos preguntarnos
entonces ¿quién es nuestro prójimo? y ¿quien nuestro enemigo?. Leamos Lucas
10:25-29. En esta parábola se define claramente quien es el prójimo,
aunque ellos debían saberlo, porque en Lev.19:34,
36 también entendían que no sólo
los Israelitas, sino también los extranjeros. Ahí estaba el problema, ya que en
el tiempo de Jesús, para los judíos los gentiles y extranjeros eran todos sus
enemigos; se daban las condiciones para aborrecer a todo el mundo, incluso a
los de su misma sangre (Que mejor ejemplo lo que Él mismo vivió con los suyos Juan 1:11). Ellos diferenciaban entre los buenos
Israelitas (Escribas y fariseos) y los malos Israelitas (Los renegados, los
publicanos, y en general los que no conocían la ley, Juan 7:49). En este ambiente exclusivista e intolerante fue
que Jesús llevó a cabo su ministerio.
Conclusión simple y práctica : Tu prójimo es cualquier persona de este mundo
diferente a ti. (Nación, Tribu, Lengua, Raza, Condición social, Religiosa, Intelectual,
etc.) Un enemigo es cualquiera que se opone a ti, pero no deja de ser tu
prójimo.
V.44
> Ahora viene la sorpresa, lo perfecto,
el ajuste fino de Jesús, el jaque mate de Dios para los suyos.. “PERO YO OS
DIGO “ : “AMAD A VUESTROS ENEMIGOS “ , Gloria a Dios! Esta es la frase que nos ha tenido
incluso a nosotros mismos, no importando los años que llevemos, ni la responsabilidad
que hayamos tenido o tengamos en la iglesia, muchos en algún momento quizás
hemos dicho : “pero él era Jesús y por eso lo dijo, pero para mí es muy difícil
amar a mis enemigos “…debemos reconocer esto, ya que seguro también los oyentes
quedaron atónitos al escucharlo. Una investigación acabada de todas las fuentes
importantes dio como resultado la declaración siguiente: “La conclusión
resultante es que el primero que enseñó a la humanidad a ver al prójimo en cada
ser humano, y por lo tanto, a tratar a todo ser humano con amor, fue Jesús”.
La enseñanza de Cristo era nueva, no contradecía la ley. Más bien, era el
resultado de la semilla antes sembrada. Como se ha mostrado, el Antiguo
Testamento prohibía la venganza. Pero iba más allá de eso, enseñando que cuando
quiera que fuese necesario uno debía ayudar a su enemigo, vea Exo.23:4, 5. De “ayuda a tu enemigo” a “ámalo”
había apenas un paso. Jesús dio ese paso. Agregó: “Y orad por los que os
persiguen”. En cuanto a la persecución de los creyentes, ya vimos Mateo
5:10-12. Jesús no exige a sus discípulos que hagan lo imposible. No les pide
que se enamoren de sus perseguidores. Pero definidamente pide que aquellos por
quienes iba a morir, a pesar de que por naturaleza aún eran enemigos de Dios (Rom.5:8,10), oren por la salvación de los
enemigos de ellos mismos, queriendo decir “por la salvación de aquellos que los
odian”.
V.45
> Por medio del amor por sus enemigos y
la oración por ellos, los seguidores de Cristo demostrarán, ante sí mismos y
ante los demás, que son verdaderos hijos del Padre celestial. Ya siendo hijos
de nuestro padre por gracia, ahora nuestro comportamiento o conducta confirmaría
este hecho, porque los hijos imitan a sus padres (Efe.
5:1, 2). Un ejemplo inicial
de aquel tiempo fue el hermano Esteban (Hch.7:60).
Esta es la esencia de Dios, su amor, para todos los hombres, aunque sean sus
enemigos aún, por eso añade magistralmente que Él hace salir el sol y derrama la
lluvia sobre todos por igual, la bendición de esto no es solo para los buenos, los
justos, sino también para los malos, o injustos. El énfasis es la actitud de
Dios aplicada a todos(as).
Ciertamente es verdad que los hombres responden en
forma diferente a las bendiciones por medio de las cuales el Padre revela su
amor. No hay una gratitud común. Así que también es cierto que todos los que
rechazan el evangelio usan las bendiciones de Dios para su propio perjuicio.
Sin embargo, todo esto no puede anular el hecho de que el amor de Dios para con
los habitantes de la tierra, buenos y malos, se revela imparcialmente en las
bendiciones del sol y la lluvia con todos sus resultados benéficos. Debemos
entender que en su perfección y si Él aplicara su juicio sobre los malos o injustos
ahora, la mayoría de los 8 billones de habitantes se perderían, solo un pequeño
remanente se salvaría. Por eso el apóstol Pablo dice en Rom.2:4; 1°Tim.4:10
que hay un amor incondicional de Dios hacia el hombre perdido (es
salvador de todos los hombres), esperando que este se arrepienta por medio del
evangelio, para llegar a ser el objeto de su amor (especialmente de los que
creen) y así pasar a gustar de su amor condicional, estando en el evangelio, consumiendo la doctrina de ese amor (sus
mandamientos). Para comprender mejor esto; veamos un padre humano, además de
amar en forma única a sus hijos e hijas, tiene lugar en su corazón para los
hijos de sus vecinos, y aun para todos los niños del mundo, así también el
Padre celestial, además de tener una relación completamente peculiar de tierna
preocupación e íntima amistad hacia quienes por su gracia son suyos, ama a la
humanidad en general.
Por otra parte, los que no quieren incluir a sus
enemigos y perseguidores en su amor se ponen a sí mismos en un nivel moral y
espiritual similar al de la gente que desprecian tan completamente.
V.46-47
> El “publicano” tenía la reputación de
ser un extorsionista. Si era judío, era considerado también como un renegado o
traidor, porque estaba al servicio de un opresor extranjero (Imperio Romano).
La baja estima en que se tenía a los publicanos se refleja en muchos pasajes,
estos y pecadores eran considerados sinónimos en sus designaciones. Si despreciaban
a los publicanos, también a los gentiles. Esto no siempre había sido así. En el
tiempo del A.T. se había dado mandamiento a los israelitas de amar a los
“extranjeros” (Deu. 10:19) y de
recordar que ellos mismos habían sido extranjeros en la tierra de Egipto (Exo. 23:9). Sin embargo, cuando durante el
tiempo del exilio los israelitas sufrieron males indescriptibles a manos de sus
captores, y aun después, durante el período intertestamentario, Antíoco
Epífanes amenazó con borrar de raíz la religión y sus ramificaciones, la
actitud de los judíos hacia los gentiles cambió, a tal punto que eran
considerados inmundos por los judíos “piadosos” (Jn.18:28), en realidad, como
“perros” (Mat. 15:26, 27). A un judío no le cabía en la cabeza la posibilidad
de tener una cena con un gentil incircunciso (Hch.
11:2). Es comprensible que este odio fuera mutuo. Si los israelitas
trataban con desprecio a los gentiles inmundos, ellos también recibían un
tratamiento similar (Jn. 18:35; Hch. 16:20; 18:2). Así que, salvo unas pocas
excepciones notables, con respecto a por ejemplo un no israelita que mostraba
profundo interés en la religión de Israel (Luc. 7:1-5), los publicanos,
gentiles y judíos formaban grupos separados. Lo mismo ocurría con los
samaritanos. La mujer samaritana estaba atónita que Jesús, siendo judío, le
pidiera un poco de agua (Jn. 4:9).
Divisiones por todas partes. Odio en todo lugar. ¿Y en cuanto al amor? Bueno,
los publicanos amaban a los publicanos. Los gentiles saludaban cordialmente a
los gentiles. El señor está diciendo a sus oyentes, por lo tanto, que al imitar
a los publicanos y a los gentiles en su exclusivismo, simplemente están
demostrando que ellos mismos no son mejores en nada a aquellos que ellos
consideraban inferiores en valor moral y espiritual. Ellos no están haciendo
nada excepcional, que sobresalga o sea extraordinario. Sin embargo, para
recibir una recompensa la justicia de quienes deseaban ser discípulos de Cristo
debe “superar” la de escribas y fariseos. Nada hay de malo en esperar
una recompensa, siempre que se entienda que esto se hace para Dios y espontáneamente,
en el espíritu por gracia y no por propios, si no por el de Cristo Jesús.
V.48
> Camino a la perfección, es la máxima
de Jesús. Es lo que nos pide Él hoy a la iglesia, esa misma actitud hacia todas
las personas que en nuestra corta existencia podamos conocer. Ya se los había dicho
a Israel (Lev. 19:2, Deu. 18:13). ¿Significa
esto que Jesús era un perfeccionista en el sentido que enseñaba a los hombres
que debían alcanzar la impecabilidad antes de la muerte? De ningún modo, como
lo demuestran claramente las bienaventuranzas y lo confirma la petición que
enseñó a sus discípulos, que veremos en el otro capítulo (Mat.6:12). Algunos versos
contra el perfeccionismo: 1° Rey. 8:46; Job 9:1-2; Sal. 130:3, 4; Pro. 20:9; Ecl. 7:20; Rom. 3:10; 7:7–25; Gál.
5:16–24; Stg. 3:2 y 1° Juan 1:8. “Entonces,
¿por qué tratar siquiera de llegar a ser perfecto?”, la respuesta sería: “Porque
es lo que Dios manda”, como se ha dicho. Un seguidor de Jesús no puede
hacer otra cosa. Pablo, anhela la perfección (Fil.
3:7-16). Aun aquí y ahora ha recibido una justicia imputada (Obra
perfecta de Jesucristo= justificación por la fe= fuera de
nosotros). También ha recibido la justicia impartida (Obra del Espíritu
Santo y la Palabra=Santificación progresiva=dentro de nosotros, no completa
aquí), pero ésta no se completa en la vida presente. La lucha por la
perfección en este sentido no irá sin recompensa. La victoria se garantiza
exactamente a los que se esfuerzan por alcanzar la meta. Cuando lleguen a las
gloriosas playas de la eternidad, su ideal se verá realizado (Glorificación
final=Seremos perfectos=Como Jesús). Será el don de Dios para todos los que
escucharon este verso y lo anhelaron. Amén. (Sal.
17:15; Fil. 1:6; 3:12)
CONCLUSION
El amor del Padre debe estar en nosotros, incluso hacia
los que nos odian y persiguen. La calidad y carácter de nuestro amor debe
seguir el patrón del amor de Dios, este se ve en el fruto (compuesto) del espíritu
que usted ya sabe y que enseña Pablo. Sabiendo que aun en el creyente más
maduro el amor es y será siempre finito, mientras el amor del Padre es
infinito. Por lo tanto, ese amor finito no puede ser otra cosa que una sombra
de Su amor maravilloso. Sin embargo, este tipo de amor es alcanzable. ¿Cómo lo
sabemos? Debido al hecho mismo que El es nuestro Padre celestial, quien, por
esa misma razón, no rehusará este don a sus hijos. Sigamos adelante, no sintiendo
amar o perdonar, sino haciéndolo como Jesús lo ordena en este mandamiento, Él cumplirá
su promesa y nos dará la recompensa inmerecida. Amén.