Lección: Mateo 13:44-46 Texto: Apocalipsis 3:18
INTRODUCCION
Ahora entramos a las últimas 3 parábolas finales de las 7 que se refieren
al reino de los cielos. En esta escuela, avanzaremos con dos muy importantes
que nos siguen dando de luz de la redención y el final de esta. Las explicaciones
de las parábolas anteriores, dadas a sus discípulos denotan que a Jesús le
interesaba que ellos las comprendieran (versos 51 y 52), antes que los demás
oyentes o a la multitud. Esto nos indica que su afán era de “revelar” más
que “ocultar” a ellos, estos misterios de la verdad. Amén.
DESARROLLO
V.44) En aquel tiempo, culturalmente y debido
a las guerras, a las incursiones enemigas, y la dificultad de encontrar un
lugar seguro para almacenar las cosas valiosas en una casa, y haber un acceso
más bien fácil a ladrones competentes (6:19), un jefe de familia a veces
recurría al método de sepultar sus posesiones más valiosas o una parte de ellas
en un terreno después de cavar lo suficiente. En el caso descrito aquí el
hombre que había enterrado su tesoro, posiblemente en un cofre, podría haber
muerto sin informar a persona alguna de este hecho. Entonces ahora otro es
dueño del campo. Jesús muestra este cuadro de la vida, donde en esta parábola
la atención se fija en ese hombre que, mientras cavaba en un campo,
inesperadamente encontró un tesoro. No se dice en la parábola con qué derecho
estaba cavando en el campo de otra persona. Supongamos que tenía ese derecho.
Una posibilidad sería que él fuera un arrendatario. Su sentido de justicia (¿o
diremos, temor que de otro modo no pudiera evitar el castigo?) le impide
desenterrar todo el hallazgo y huir con él. Entonces lo deja escondido.
Comprende que para tener derecho a la posesión legal del tesoro, en primer
lugar debe ser propietario del campo. Así que compra el campo aunque con el fin
de reunir el dinero necesario para pagar el precio tiene que vender todo lo que
tiene. Esto no le importa en lo más mínimo, ya que obtener la posesión del
tesoro era lo mejor.
La enseñanza de la parábola es que el
reino de los cielos, el reconocimiento con gozo del reinado de Dios sobre el corazón
y la vida nuestra, que incluye la salvación para el presente y futuro, donde
está involucrada el alma y también el cuerpo, no existe más gran privilegio por
ello; esto debe ser una bendición para los demás para la gloria de Dios, todo
esto es un tesoro tan inestimablemente precioso que quien lo obtiene, está
dispuesto a entregar por él todo lo que pudiera interferir con la obtención de
él. Es el tesoro supremo porque satisface plenamente las necesidades del
corazón. Produce paz y seguridad en el hombre interior (Hch.7:54-60).
También el
apóstol Pablo lo expresa en Fil.3:8-9ª , diciendo que todo lo estimaba como pérdida para
poder ganar a Cristo. Pablo había dado con este tesoro repentinamente, en forma
inesperada (Hch. 9:1-19). Además, no estaba leyendo la Biblia cuando
ocurrió. Todas las ideas ajenas, por ejemplo, que en esta parábola el campo es
la Escritura, hay que desecharlas. Cuando Dios conduce al pecador al
descubrimiento que lo hace gritar de alegría, es él quien usa toda clase de
medios y métodos para ello. Recordemos lo que sucede con Natanael (Jn.1:46-51), con la mujer
samaritana (Jn.4:1-44), con el ciego de nacimiento (Jn. Cap.9), etc. Por
cierto, la posesión del tesoro implica también amor por la Palabra, pero en vez
de cargar la parábola con embellecimientos alegóricos subjetivos de los
detalles particulares, debiéramos captar su única e importante lección: el valor incalculable de la salvación
para quienes la descubren y obtienen la posesión de ella.
También para nosotros, los que hemos obtenido esta posesión
del reino por fe y gracia, después de una búsqueda diligente éste es y será el sumo
bien, como lo deja en claro. Aportamos que la palabra “compra” (aquel
campo), al final del verso, indica el Griego agoradzo :
específicamente, ir al mercado, es decir (por implicación), comprar,
específicamente redimir. Que viene de agora, que es adquirir. Donde
significa metafóricamente adquirir para uno mismo por medio de un rescate o
precio pagado, en el Nuevo Testamento, refiriéndose a aquellos a quienes Cristo
rescató por su sangre de la esclavitud del pecado y de la muerte (1°Cor.6:20, 7:23; 2°Ped.2:1; Apo.14:3-4). Gloria
al que nos compró.
V.45-46) “Además, el reino de los cielos
es como un mercader que busca perlas finas. Habiendo encontrado una perla de
gran valor, fue y vendió todo lo que tenía y la compró.” Las perlas,
obtenidas generalmente en el golfo Pérsico o en el Océano Indico, tenían un
precio fabuloso, muy lejos del poder comprador de la persona promedio.
Solamente los ricos podían adquirirlas. Se dice que Lolia Paulina, esposa del
emperador Calígula, tenía perlas que resplandecían en todo su cabello, orejas,
cuello y dedos (Referencias a perlas en 1° Tim.2:9; Apo.17:4; 18:12, 16; 21:21).
Aquí un mercader, desconforme con las perlas que había
podido obtener hasta ese momento, busca lo mejor. Tiene éxito en su búsqueda, cuando
ve esta perla en particular su corazón y mente inmediatamente exclaman: “¡Esta
es!” No hay vacilación alguna. No solamente esto, sino que la compra aunque,
como en la parábola anterior (v. 44b), para hacerlo tuvo que vender todas sus
posesiones.
Aquí, como en el v. 44, la lección principal es nuevamente
la disposición de entregarlo todo a cambio del glorioso premio del
reconocimiento gozoso de la supremacía de Dios en el corazón y en la vida. El
dinero no podrá comprar la salvación. Es un don gratuito de Dios (Isa.55:1). La podemos “comprar” solamente en
el sentido que obtenemos una posesión lícita de ella. Esto es por gracia por
medio de la fe en el Señor Jesucristo, comprendiendo que aun esa fe es don de
Dios (Rom.5:1-2). En cuanto a ejemplos de quienes descubrieron “la perla de
gran precio” después de una búsqueda diligente, es necesario hacer una reserva
muy importante, por el hecho que la vida humana es muy compleja. Por lo tanto,
no es fácil, quizás ni siquiera es posible, dividir a todos los creyentes cuyas
historias se relatan en las Escrituras en dos grupos bien marcados y decir: “El
grupo A encontró la salvación sin ni siquiera buscarla; el grupo B la encontró
después de una búsqueda diligente”. En algunos casos cada parábola se podría
aplicar en cierta medida. Con esa reserva se presentan los siguientes ejemplos,
dejando que el lector juzgue cada caso hasta cierto límite. Estos ejemplos ilustran
adecuadamente la parábola de la perla de gran precio, esto es, el
descubrimiento después de la búsqueda: Cleofas y su compañero (Luc.24:29),
el eunuco etíope (Hch.8:26-38), Cornelio (Hch.10:1-8, 30-33),
Lidia (Hch.16:14), el carcelero (Hch.16:29-34), y los de Berea (Hch.17:10-12).
Podemos en forma práctica también hoy, incluir a alguno de nosotros de la
congregación. Gloria a Dios para siempre.
CONCLUSION
Nuestra mente humana, no alcanzará jamás a comprender el valor, el
precio de compra y la grandeza de la salvación realizada por Cristo a nuestro
favor, ya que el hombre natural, sólo cuantifica en base a las riquezas de este
mundo y lo que hoy se ve en las redes y noticias de los más grandes acaudalados
de este siglo. La verdad es que la salvación del hombre pecador no tiene cálculo
humano, para llegar a estar en el cielo eternamente junto a Dios, no nos
alcanzará jamás. Muchas gracias Señor por este evangelio bendito que aún los
ángeles están atónitos queriendo mirar como lo hiciste! (1°Ped.1:12).
APOYO ESTUDIO: IB MITEI