CALMANDO LA TEMPESTAD

CALMANDO LA TEMPESTAD

Lección: Mateo 8:23-27 Texto: Mateo 14:33

INTRODUCCION

Los discípulos obedecen al verso 18, subiendo a la barca y siguiendo inmediatamente a Jesús, sin cuestionar. (No como los dos anteriores que pusieron condiciones). Salen hacia el mar de Galilea, ubicado en el norte del valle del Jordán, que tiene unos veintiún kilómetros de longitud y once de ancho, está a unos doscientos doce metros bajo el nivel del Mediterráneo. Su cuenca es una depresión rodeada de sierras especialmente en el lado oriental con sus escarpados riscos. Cuando las corrientes frías descienden precipitadamente del Monte Hermón (2.759 m.) o de otros lugares y a través de pasos estrechos entre las colinas escarpadas se encuentran con el aire cálido que hay sobre la cuenca del lago, esta corriente se hace impetuosa. Los vientos violentos azotan el mar con una furia que hace que las altas olas revienten contra la proa, sobre la borda, etc., de cualquier nave que esté surcando la superficie de las aguas. Este pasaje lo encontramos también en Mar. 4:35-41 y Luc. 8:22-25, que describen esta violenta tempestad en el mar provocada por fuertes vientos.

DESARROLLO

V.23-25) Con todos en la pequeña embarcación pesquera y levantado el viento indicado en la introducción, este es anegado por las gigantescas olas, convirtiéndose en un juguete de los furiosos elementos. Jesús estaba profundamente dormido. El tiempo usado en el original describe a Jesús pacíficamente dormido. Había trabajado arduamente y estaba muy cansado. Sabemos que cuando uno está así, es fácil quedarse profundamente dormido y rápidamente, además que su confianza en el Padre celestial no vacilaba. El rugido del viento ni el embate de las olas, ni siquiera el balanceo brusco y continuo del barco pudo despertarlo. No podemos agregar nada más a esta realidad del momento que están viviendo los que siguieron al Maestro. Aún cuando los discípulos eran expertos marineros, apelaron a él pidiendo ayuda. Habiendo estado con él por algún tiempo y habiendo sido testigos de sus asombrosos milagros, ahora estaban comenzando a ver en él a mucho más que un rabino, hijo de un carpintero. Sin embargo, ellos no creen del todo que aun él pueda lograr algo contra tal tempestad (v. 27). Tenían una mezcla de temor, con el predominio de este último (Luc. 8:25). Estaban en punto de la desesperación, pero decidieron intentarlo, a pesar de todo. Fueron a la popa, donde Jesús dormía “sobre un cabezal” (Mar. 4:38). Así que ellos vinieron y lo despertaron, diciendo: “Señor, salva (nos), estamos pereciendo”.

Hay una pequeña diferencia en la manera en que los evangelistas relatan los gritos de estos hombres aterrorizados: Marcos dice: “Maestro, ¿no te importa que perecemos?” Lucas: “¡Maestro, maestro, perecemos!” Los expositores llaman la atención al hecho de que ésta es una de las muchas evidencias que demuestran la independencia de los escritores; en medio de unidad esencial, hay variedad personal. Es verdad, y ¿no es también un hecho de que en una situación de aterrada angustia uno de los discípulos gritaría una cosa y otro otra? Uno debe leer los tres relatos para captar todo el cuadro. Lo que no pudieron hacer los elementos de la naturaleza, esto es, despertar a Jesús, lo lograron el llamado angustioso de los discípulos y su propio deseo de ministrar a las necesidades humanas, lo despertaron del sueño.

V.26-27) Jesús les recuerda que no había razón válida para su confundido pánico. Muy recientemente estos hombres habían sido elegidos para ser discípulos de Cristo, con miras al apostolado (Mar. 3:13-19; Luc. 6:12-16) y todo lo que esto incluía. ¿Permitiría aquel que los había escogido que perecieran en el abismo furioso? ¿No era alentadora su misma presencia?

El relato de Mateo es el más dramático de los tres evangelios sinópticos. En su descripción, Jesús no acalla de inmediato la tempestad. Por el contrario, mientras la tempestad aún rugía y el barco era arrastrado de un lado al otro por las olas, en la frente de Cristo se entronizó “una calma majestuosa”. Fue en lo peor de la confusión que les preguntó a los discípulos por qué estaban aterrorizados, y entonces, aun antes de ponerse de pie, que él, con perfecta serenidad y calma, se dirigió a ellos como “hombres de poca fe”, como hombres que no estaban recibiendo de todo corazón el consuelo que debieron haber derivado de la presencia, las promesas, el poder y el amor de su Maestro (6:30; 14:31; 16:8). Hablando Jesús en medio de la misma tempestad, significa que Él la tenía “bajo control”, aun mientras los vientos seguían rugiendo y las aguas seguían agitándose. La tormenta es su instrumento para el fortalecimiento de la fe de los discípulos, como es claro por el v. 27. Ya que terminaron maravillándose. Esto es lo que debería pasarnos a nosotros cuando estamos en las tempestades (aflicciones, enfermedades, ataques naturales o espirituales e incluso pruebas, donde Jesús tiene el control).

William Cowper escribe estas palabras :

“Dios tiene un modo misterioso

de realizar sus maravillas;

sobre las aguas del mar camina,

y sobre la tempestad cabalga.

¡Valor, santos cuya fe vacila!

las nubes que os aterran

están llenas de misericordia

que a vosotros Dios prodiga.”

Entonces se puso de pie y reprendió los vientos y el mar; y hubo una profunda calma. Hay quienes suponen que el verbo “reprendió” significa un objeto animado. Dicen que esta inferencia es apoyada por Mar. 4:39, que entonces se traduce: “¡Paz! ¡Enmudece!”. Pero una palabra no siempre retiene su connotación básica o primaria. “¡Calla! (o: ¡Paz!) ¡Silencio!” es la traducción más común y mejor de Mar. 4:39. En cuanto a la expresión “reprendió”, hay que recordar que Mateo no dice “Jesús reprendió al diablo” o “a los demonios”, o “a los espíritus malos que había en los vientos y el agua”. Simplemente dice “reprendió los vientos y el mar”. Así que parece que es sencillamente una forma figurada o poética de hablar (Sal. 19:5; 98:8; Isa. 55:12.). Así también en Luc. 4:39, donde se nos dice que Jesús reprendió la fiebre que estaba afligiendo a la suegra de Pedro. El hecho realmente importante planteado por la expresión “reprendió los vientos y el mar” es que de una manera muy efectiva Jesús afirmó su autoridad sobre los elementos de la naturaleza, de tal modo que hubo una calma profunda (literalmente: “grande”). Lo sorprendente es que no solamente los vientos se aquietaron inmediatamente, sino también las olas. Generalmente, como es bien sabido, después que los vientos han menguado en forma perceptible, las olas siguen en su agitado movimiento, subiendo y bajando como si no estuvieran dispuestas a seguir el ejemplo de las ahora domadas corrientes de aire encima de ellas. Pero en este caso los vientos y las olas se sincronizan en la sublime sinfonía de un solemne silencio. Algo comparable con la quietud de los cielos estrellados se establece sobre las aguas. Repentinamente, la superficie del mar ha quedado lisa como un espejo. ¿Nos sorprende que aun después que el milagro ha sido realizado (Mar. 4:40 y Luc. 8:25) Jesús reprenda a los discípulos por la debilidad de su fe? ¿No era más bien natural que volviese a hablar de este tema tan importante?

La fe de estos hombres fue ciertamente fortalecida, maravillados decían: ¿Qué clase de persona es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen? Es cierto que “otros barcos” habían zarpado al mismo tiempo (Mar. 4:36). Además, después que Jesús y sus discípulos, desembarcaron, el milagro bien pudo haberse convertido en la conversión obligada del pueblo. Pero estas cosas no están en el contexto presente. Sin embargo el poderoso milagro era para “sus discípulos” (v. 23), “ellos” (v. 25), “les” y “hombres de poca fe” (v. 26). Ahora asombrados, comienzan a comprender que Jesús es mucho mayor de lo que previamente habían imaginado. Ejerce el control no solamente sobre quienes lo oyen, sobre las enfermedades y demonios, mas también sobre los vientos y el mar.

Con frecuencia ocurre que aquellos que están más estrechamente asociados con alguna persona grande o famosa son mucho menos entusiastas que lo son los extraños, que ardorosamente asimilan los relatos vívidos. Los amigos íntimos son más moderados en sus elogios, por la sencilla razón de que no solamente ven los puntos fuertes sino también los débiles de la celebridad que siguen. Cuando Jesús es el centro de la atención, la historia es diferente. Mientras más estrecha es la relación con él, mayor es también la admiración y el asombro.

Referencias : Salmos 107:23-27; Isa.54:11;  Salmos 10:1; Isa.51:9-10, 63:12; Apo.10:2.

CONCLUSION

Mucho de lo que está mal en la tierra puede ser corregido. Hay madres que enjugan lágrimas, mecánicos que reparan máquinas, cirujanos que quitan tejidos enfermos, consejeros que resuelven problemas familiares, etc. Y, ¿en cuanto a corregir el clima? Por supuesto, la gente habla del tiempo y del cambio climático, pero se necesita una deidad para cambiar el tiempo y los grandes huracanes. Es Jesús quien manda a los vientos y el mar, ¡y le obedecen!. Para la gloria del Señor Jesús, mantengamos la fe y sigamos maravillados por que el Dios que actuó con sus discípulos, puede actuar hoy a favor de su iglesia. Amén, adelante huestes de la fe. En estos tiempos sigamos cantando el Himno Firmes y Adelante iglesia IBEP.

APOYO ESTUDIO: IB MITEI

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