LA DUDA Y LA RESPUESTA

LA DUDA Y LA RESPUESTA

Lección: Mateo 11:1-10 Texto: Isaías 40:3

INTRODUCCION

En el capítulo 10 el escritor Mateo relata todas las instrucciones necesarias y suficientes a los doce discípulos dadas por Jesús, desde la bendición de su llamado, como deben hacer las cosas en forma práctica, lo que podrían pasar en el proceso y la bendición final al obtener la vida eterna, después de perder la suya. La mente de Dios se entiende sólo con la mente de Cristo, el que razona o analiza las cosas de Dios con la mente humana, tendrá dudas (y es normal poder llegar atenerlas). En este capítulo que comienza, veremos la duda de Juan el bautista (que no había escuchado estas instrucciones, por estar preso), con respecto a Jesús y a la vez se reforzará quien es escrituralmente el primo del Mesías. Todo el capítulo forma parte de una unidad, que va como una pirámide en diferentes etapas, pero que llega al fondo de ella en profundidad, respecto del mensaje del reino de los cielos, del cual Juan el bautista es clave para llevarnos a la majestad de Cristo Jesús.

DESARROLLO

V.1-3) La inspiración de Mateo al seguir esta secuencia, hace énfasis en lo que hace Jesús, más que lo que hicieron sus discípulos después de recibir las instrucciones. Siempre será así en toda la Biblia: Jesús y su evangelio, su predicación será lo más relevante. Por lo anterior el verso 1 nos indica lo que Él hace, Jesús salió de allí para enseñar y predicar. Siempre considere la distinción entre enseñar (Maestro) y predicar (Mensajero); esto lo realiza “En las ciudades de ellos”: en consecuencia, continúa el gran ministerio en Galilea, lo cual obviamente también daba como resultado obras de poder (como lo dirá el verso 5), por lo que estas “actividades” también incluían milagros.

Según Mat.4:12 y 14:3-4 (vea estos versículos), Juan el Bautista había sido llevado prisionero por el Rey Herodes Antipas. Había sido encerrado en la tenebrosa fortaleza de Macaero, moderna Khirbet Mukâwer, ubicada unos ocho kilómetros al este del Mar Muerto y unos 24 kilómetros al sur de su extremo norte. La prisión era parte de uno de los palacios de Herodes, lo cual explica la posibilidad de la acción relatada en Mar. 6:25-28. Aunque su encarcelamiento debe haber sido una prueba muy triste, a Juan le era permitido recibir visitantes. De ellos él había sabido acerca de las actividades de Jesús, el mismo de quien Juan el Bautista había dicho tantas cosas maravillosas (Mat. 3:11; Jn.1:15-18, 26, 27, 29-36; 3:28-30). Como Juan lo veía, las palabras de gracia que salían de los labios del Salvador y los milagros de misericordia que realizaba no armonizaban con la descripción del Cristo que él, Juan el Bautista, había hecho públicamente. Lo había presentado como el que venía a castigar y destruir (Mat. 3:7, 10; Luc.3:7, 9). Como se señaló previamente (véa Mat.3:10), las palabras de Juan habían sido verdaderas e inspiradas, la palabra misma de Dios (Luc.1:76; 3:2). Lo que había hecho que el heraldo de Cristo dejara de captar todo lo que era esto: no pudo discernir que esta profecía de condenación se cumpliría no ahora sino en la segunda venida de Cristo. No había visto el presente y el futuro en su debida perspectiva. Por eso al enterarse de todo lo que estaba sucediendo con Jesús afuera, envía a dos de sus discípulos para disipar una duda. Esto es interesante, ya que con mucha sabiduría envió su duda directamente a Jesús (no la conversó o analizó con nadie).

Algunas interpretaciones sugieren que no era Juan quien dudaba sino sus discípulos solamente, y que Juan ahora envía a estos hombres para que el Salvador resuelva el problema de ellos, pero esto no es correcto. De otro modo, ¿por qué habría dicho Jesús, “Id e informad a Juan”? (v. 4). No hay dudas al respecto: era Juan mismo quien tenía la duda. Era él quien se preguntaba si Jesús era o no era “el que viene”.

V.4-6) Jesús respondió y les dijo: Id e informad a Juan las cosas que oís y veis: (los) ciegos reciben la vista y (los) cojos andan, (los) leprosos son limpiados y (los) sordos oyen, (los) muertos son resucitados y a (los) pobres se les está predicando el evangelio. ¿En qué sentido era alentadora esta respuesta? ¿No es verdad que Juan ya sabía todo esto (v. 2), y que el hecho de que lo sabía había contribuido sustancialmente a crear su duda?. Desde luego, pero la forma de expresarlo era nueva, en el sentido de que los amigos que le habían estado informando a Juan las actividades de Cristo no habían usado este tipo de formulación o expresiones bíblicas. Por otra parte, el mensaje en la forma en que Jesús lo expresa tenía un sonido conocido, es seguro que Juan debió haber recordado las predicciones proféticas, como en Isa. 35:5, 6 y 61:1: “Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo … El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos (pobres)”. Es como si Jesús dijera tiernamente a Juan: “¿Recuerdas estas profecías? Esto también fue predicho acerca del Mesías. Y todo esto está cumpliéndose hoy en mí”. Jesús iba a usar Isa.61 en otra ocasión también, y nuevamente como una predicción cumplida en él mismo (Luc.4:16-21).

En conexión con estas palabras proféticas y su cumplimiento en Cristo, hay que destacar dos hechos adicionales:

a) Isaías se había referido a ambas cosas, los milagros y la predicación; el mensaje de Cristo a Juan también contiene una referencia a ambas cosas;

b) el cumplimiento en Cristo fue aun mejor que la predicción, porque en ésta no hubo una frase que siquiera sugiriese la resurrección de muertos. La predicción tenía que ver con curación, limpieza y predicación de las buenas nuevas. El cumplimiento incluyó todo eso y más, como la resurrección de muertos.

Es interesante notar que en el Evangelio de Lucas el relato de la resurrección del hijo de la viuda de Naín (7:11-17) precede inmediatamente al informe de la duda de Juan y al modo en que Jesús la enfrentó (7:18-23).

Jesús agrega y concluye su respuesta con “bienaventurado es el que no se escandalice de mí”, esto es: quien no permite que nada de lo que hago o digo le sirva de lazo, lo induzca a pecar. (Vea Mat.5:29-30). Aunque podría ser correcto el punto de vista según el cual con esta amonestación se estaba reprendiendo a Juan, la reprensión (si lo era) era tan tierna que no ocultaba o empeñaba en ninguna forma el amor del Señor por su discípulo momentáneamente confundido (REFLEXION PRACTICA: Cómo en algún momento cualquiera de nosotros pudiera llegar a estar. Seguro el Señor nos respondería con ese mismo amor para darnos claridad). En realidad, considerada correctamente, la amonestación contiene una bienaventuranza. “Bienaventurado es el que …” El Señor trata tan tiernamente a Juan como lo hizo con el hombre ciego de nacimiento, la mujer sorprendida en adulterio, Pedro, Tomás, todos los demás, incluidos hoy a nosotros. Amén.

V.7-10) No sólo Jesús responde a Juan previamente, sino que inmediatamente cubre a su profeta y corrige una conclusión errada que algunas personas podían sacar acerca de Juan debido a la pregunta en que había revelado su duda acerca de Aquel a quien había señalado previamente como el Mesías, conclusión según la cual el Bautista sería una persona voluble, vacilante. En el párrafo tomado como un todo el Maestro está diciendo que es incorrecto condenar a una persona sobre la base de una sola desviación del camino recto. Con el fin de formarse una opinión verdadera acerca de un hombre, hay que tomar en cuenta toda su vida, tanto el pasado como el presente. En el caso de Juan el pasado había sido glorioso. La multitud debía reflexionar en el tremendo impacto que el Bautista había hecho sobre ellos durante su primera aparición en el desierto de Judea. “¿Para qué”, parece decirles Jesús, “vosotros hicisteis vuestro largo viaje desde Galilea hasta el desierto de Judea? ¿Fue acaso para mirar a un hombre que parecía una caña sacudida por el viento en las riberas del Jordán?” Por supuesto, esa no podía haber sido la razón. La persona de la cual todos habían estado hablando era como una recia encina, no como un tembloroso junco. Jesús da por sentado que la respuesta a la pregunta planteada en el v. 7 es, “Por supuesto que no. Definitivamente no salimos al desierto a ver una caña mecida por el viento”. Lo sigue reforzando en el v.8). Pero, ¿qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido de ropas finas? Otra vez la respuesta es una firme negativa, como lo deja en claro Jesús al continuar: Ciertamente los que llevan vestidos delicados están en palacios de los reyes (Mat.3.4). Los que llevan vestidos “delicados” son personas que no tienen convicciones, aduladores que viven haciendo reverencias a los que están en autoridad y se les recompensa con elevados oficios en el palacio del rey, posición que los permite usar vestidos delicados que armonicen con la elevada posición que han alcanzado (Hasta hoy estos existen en todas las esferas). La gente a la que Jesús está hablando sabe muy bien que Juan era un individuo completamente distinto. En vez de adular al rey lo había reprendido. Así ahora, en vez de estar gozando de una alegre vida en un palacio, estaba encerrado en una tenebrosa mazmorra. Además, cuando Juan el Bautista todavía estaba en libertad y predicaba en el desierto, a la gente en general no se le ocurrió siquiera ver fallas en su mensaje severo ni en su rústica apariencia. En ese tiempo Juan había sido un héroe popular (3:5). Sin lugar a dudas, muchos seguían teniéndolo después en alta estima (14:5). Sin embargo, las opiniones estaban comenzando a cambiar. Lo que muchos elogiaban en Juan anteriormente, su modo de vida (práctica y ejercicio de la perfección en una vida espiritual, siendo modesto y sobrio) y sus advertencias implacables, ahora habían comenzado a criticar. Es por esa razón que Jesús aquí los censura. En los versos 9, 10. Pero, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? El Señor responde a su propia pregunta, y al hacerlo así da una estimación verdadera de Juan; Sí, os digo, aun más que un profeta; lo que quiere decir: “Sí, vinisteis a ver un profeta, y os aseguro que es más que un profeta”.

Más que un profeta” porque Juan no solamente profetizaba (Mat. 3:7-12) sino que él mismo era objeto de la profecía. El mismo era el precursor del Mesías anunciado por las Escrituras. Así que, Jesús prosigue diciendo de Juan: Este es aquel de quien está escrito: “He aquí yo envío mi mensajero delante de tu rostro, quien preparará el camino delante de ti.” en Mal.3:1 . Gloria a Dios por la sabiduría de Jesús, que sabe responder y cubrir a la vez a los que cumplen con la Palabra. Confirmando a Juan el Bautista como el heraldo del Mesías es claro el hecho que este precursor es evidentemente el “Elías el profeta” de Mal. 4:5, quien a su vez es el mismo (Bautista), según las propias palabras de Cristo conforme se relatarán en Mat. 11:14. Así que estamos frente a la interpretación que Cristo da a Mal. 3:1.de forma perfecta como el precursor del Mesías. La tarea del precursor es prepararlo todo, especialmente los corazones de la gente (Mal. 4:6), para tu venida”. El significado es “preparar el camino” para la primera venida del Mesías, pero en vista del hecho de que la primera y la segunda venida son dos etapas por las cuales Dios viene a su pueblo en Emanuel, también la preparación es para la segunda venida. Cuando se aplica en este sentido, la denominación “mi mensajero” adquiere un sentido más amplio, del cual no se pueden excluir ni Juan el Bautista ni los apóstoles de Cristo ni sus sucesores a través de la nueva dispensación en el programa perfecto de Dios. Aun cuando es verdad que el contexto inmediato de Mal. 3:1 se extiende hasta el juicio final (Vea los versos 2 y 3), Mateo muy legítimamente, como ya se ha explicado, aplica la profecía especialmente a la primera fase de la venida, o, para ponerlo en forma más sencilla, de Jesús, de quién esta escribiendo magistralmente.

CONCLUSION

Seguimos aprendiendo de quién es nuestro Mesías, Salvador y Redentor. Su misión para lo cual vino, cumpliendo las Escrituras y así justificarnos a nosotros por medio de la fe, no sólo en su muerte expiatoria, sino también en su vida. En esta Escuela podemos vernos reflejados en Juan el bautista, en el aspecto de su duda, quizás no estamos en la cárcel, por la causa de nuestro ministerio o tarea en el Señor, pero sí, vemos la tremenda respuesta dada por nuestro Dios, al responderle, que lo que sucedía estaba escrito (La salvación y el poder visible de Dios estaban actuando) , y que aún sigue sucediendo. Jesús es el mismo, Él no cambia. Dios conoce a los suyos y además de responder nuestras (posibles) dudas, nos respalda frente a los demás, para que no quede ninguno afectado en su fe, por nuestra humanidad. Que grande es nuestro Dios que nos apaña en todo (si estamos obedeciendo en nuestra tarea en la iglesia). Podremos tener alguna duda para consultar a Jesús, pero jamás tropezaremos. Dios nos ayude hoy a ser como esa voz que clama en el desierto (Juan 1:23). Todos tendremos respuestas de Dios. Amén!

APOYO ESTUDIO: IB MITEI

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