EL GRAN HERALDO

EL GRAN HERALDO

Lección: Mateo 11:11-19 Texto: Juan 1:15

INTRODUCCION

Con  la ayuda del Señor, trataremos de avanzar estos capítulos fascinantes, donde cada verso tiene mucha revelación, nos centraremos en la persona de Jesús y en este momento, en Juan el Bautista, ya que el mismo Dios, es quien lo está respaldando frente a su duda reciente y lo está abalando como el gran profeta de la Escritura. Que grande es nuestro Dios y sabio al presentar la verdad en cada uno de nosotros. Aquí los elogios por labios del Maestro son para el gran heraldo del Mesías.

DESARROLLO

V.11-14) Ya sabemos que  “de cierto os digo : ”, cuando viene de Jesús, es una confirmación del mismo cielo a una verdad aquí en la tierra. ¿No es muy probable que el Señor estuviera pensando no solamente en el simple hecho de que Juan el Bautista, el heraldo, había venido en cumplimiento de la profecía, sino también en la forma maravillosa en que este precursor había cumplido su tarea?. Primero, había anunciado muy claramente la llegada del Mesías, dirigiendo la atención de la gente hacia aquel Grande: “He aquí, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn.1:29). En segundo lugar, había enfatizado la necesidad del arrepentimiento como la única forma en que el pecador podía entrar en el reino del Mesías (Mat.3:2;Luc.1:76, 77). En tercer lugar, puesto que es deber del heraldo quedarse en el segundo plano cuando llega al escenario Aquel a quien ha introducido, así Juan había resistido la tentación de llamar la atención hacia sí mismo. En cambio, con espíritu de humildad, había dicho: “Es necesario que él crezca y que yo mengüe” (Jn.3:30). Acordémonos que a Zacarías se le anunció en Lucas 1:15 que Juan el Bautista sería grande y lleno del Espíritu Santo, llegando no sólo a ser el “profeta del Altísimo”, si no el cumplimiento de la profecía misma, humilde y lleno del Espíritu de Dios, desde el vientre de su madre (Algo determinado por Dios para él). Por lo anterior, la expresión de Jesús, que no había otro así, nacido de mujer, no era una exageración. Agregar “pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él.”, no significa que Juan no sea salvo, sino que él (el más pequeño del reino) era más altamente privilegiado, porque el Bautista en la prisión no estaba en un contacto estrecho con Jesús como lo estaba el menor, circunstancia que también había contribuido a la confusión del heraldo con respecto a si Jesús era o no el Mesías, porque no estaba viendo con sus ojos la actividad y lo que Jesús estaba haciendo, sanando y restaurando (Luc.7:20-21). Por eso en los versos del 4 al 6 del capítulo envía esa contundente respuesta, de lo que el Bautista no estaba viendo, ni vería (como la muerte de Jesús, ni la resurrección, ni el derramamiento del Espíritu Santo), pero con eso le dice que estuviera tranquilo porque el reino que anunció, ya había llegado. Juan había sido usado como instrumento de Dios en la preparación del camino para que vinieran las bendiciones, de modo que Jesús puede referirse a él en la forma favorable que ahora lo hace al continuar diciendo en el v.12) Juan había apuntado de sí mismo hacia Jesús, y las gentes habían seguido a Jesús (Jn.3:26). Jesús dice que el reino, desde la primera aparición pública de Juan en el escenario, ha estado avanzando vigorosamente, con fuerza y ahora mucho más. Aun cuando muchos rechazan y se resisten, hay hombres vigorosos, fuertes, gente que se atreve a romper con las defectuosas tradiciones humanas y a volver a la Palabra en toda su pureza, sin importarles el costo, tales individuos están tomando posesión del reino ansiosamente; se está estableciendo el reino de Dios y de Cristo en sus corazones y vidas. (Reflexión: esto siempre ha sido y será así, el reino hay que tomarlo violentamente si queremos tenerlo. Nuestra primera lucha es con nosotros mismos, luego el entorno contaminado y con el diablo en sus artimañas, esto es de valientes y no para cobardes que retroceden, no podemos quedarnos dormidos en el camino del reino, este exige un esfuerzo sincero, energía inagotable, diligencia suprema. Amén!). Desde Juan hasta ahora se estaba marcando una diferencia que se aclara en el v.13, donde Jesús traza la Palabra desde los profetas hasta el Bautista, incluyendo la ley y la justicia de Dios que se estaba cumpliendo (En realidad se estaba cumpliendo el evangelio prometido desde Génesis - Gén.3:15- hasta Malaquías -Mal.4:2 y 4, 5 y 6 para completar lo confirmado por Jesús -Lucas 24:27- ). Juan el Bautista, predicador del arrepentimiento y la fe, era, en consecuencia, el Elías que iba a venir. Como el Elías de antaño, Juan también era un predicador del arrepentimiento. Los dos se parecían también en el carácter repentino de su aparición, lo incisivo de su mensaje y la sencillez de su vida. Verdad, Juan no era literalmente Elías (Jn.1:21), pero interiormente lo era, porque “vino en el espíritu y poder de Elías” (Luc.1:17), y por lo tanto fue llamado Elías nada menos que por Cristo mismo (Mat.17:12). “Si queréis aceptarlo”, dice Jesús (v.14), porque él sabe que el aceptar esta verdad no era sólo cuestión de la mente sino también de la voluntad. Si la gente tan sólo quisiera aceptar a Juan como verdadero profeta del Altísimo, entonces habría esperanza para ellos.

V.15-19) Por eso el verso 15 nos pone en alerta máxima…”el que tiene oídos, que oiga“ . Jesús estaba pensando no solamente en lo que dijo en el v. 14, que Juan era Elías que iba a venir, sino en el contenido completo de los versos 7 al 14. En contraste con el paulatino cambio de actitud de muchos hacia Juan, Cristo le había elogiado. No era Juan quien era voluble sino más bien el gran grupo de individuos que se habían dejado descarriar por los fariseos (Luc.7:30), de modo que su ruidoso entusiasmo anterior por Juan se había enfriado y en realidad se había convertido en una crítica hostil. Tanto Juan como Jesús se habían convertido en el blanco de sus declaraciones disparatadas e insolentes (v. 18, 19). Así Jesús continúa del verso 16 al 19. Pero, “¿con qué compararé a esta generación? Es como niños sentados en la plaza del mercado y gritando a sus compañeros de juego: Os tocamos la flauta y no bailasteis; entonamos endechas y no os golpeasteis el pecho (lamentasteis). Porque vino Juan que no comía ni bebía, y dicen: Tiene demonio. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: mirad, un glotón y bebedor, amigo de publicanos y pecadores.”

El cuadro que Jesús coloca aquí, frente a la realidad del momento es: De unos niños que en los días en que no trabajaba el mercado se reunían en sus amplios espacios para jugar. Sin embargo, esta vez nada parece resultar bien. Algunos niños comienzan a tocar la flauta, como un acompañamiento no al lamento (9:23) sino para diversión (Apo.18:22). Quieren jugar a las bodas, otros objetan. Entonces los que tocaban flautas dejan a un lado los instrumentos y comienzan a cantar lastimosamente (canciones de funeral) o a quejarse de la manera que habían oído a sus mayores y a los llorones profesionales; esa idea tampoco sirvió. En un espíritu de desesperación ellos se burlan de sus compañeros de juego (literalmente “los otros”) por ser tan poco cooperadores, queja que los otros retribuyen (Luc.7:32).

Esto lo podemos ver incluso hoy, cuando los niños (varios) deciden jugar a un casamiento, por ejemplo, donde se distribuyen los papeles, alguien es el papá, otro el novio, la novia, etc. y están los que comienzan a cantar la marcha nupcial, de repente viene otro grupo y no les gusta, y prefieren jugar a un funeral, comenzando a cambian los papeles, ahora alguien será el difunto y otros los que lo lleven y así, cantando canciones de velatorio (Es como una parodia que puede ser real en una situación con niños, quizás usted lo hizo o lo ha visto en algún grupo de niños hoy también, aunque es difícil porque hoy erróneamente sus vidas están dentro de los celulares, pero imaginen antes).

 ¿A qué queréis jugar entonces?” Los acusados contestan con cargos similares. Todos se sientan infelices, disgustados, malhumorados. Las bodas son muy ridículas, demasiado alegres; los funerales demasiado tristes, muy lúgubres. Los niños no solamente son quisquillosos y rencillosos, también son volubles, contradictorios; aquello que los entusiasmaba lo miran ahora con indiferencia.

Lo mismo les está diciendo Jesús a los fariseos y sus seguidores. “Esta es la forma en que se están comportando, haciendo niñerías, son frívolos, actúan irresponsable y contradictoriamente, nunca están satisfechos.”

Antes estaban entusiasmados con Juan; por lo menos, le tenían respeto y no reparos en cuanto a su austeridad y el llamamiento al arrepentimiento. Pero ahora dicen: “Es demasiado duro y poco sociable; su mensaje es demasiado severo. ¡Ah! tiene que ser un poseído” (v.18). Pero también se vuelven contra el Hijo del hombre, diciendo a los demás que él mismo es glotón y bebedor, amigo de publicanos y pecadores (v.19). Es demasiado sociable”. Eso es lo que está graficando Jesús en esos versos. Señala que al final esa crítica injusta y amarga intolerante a nada conducirá. La victoria está del lado de la verdad. Dice: Pero la sabiduría es justificada por sus hijos. La sabiduría de Juan el Bautista, cuando insistía en el arrepentimiento, y de Jesús, cuando presentaba la esperanza de salvación aun a personas con las que nadie en Israel quería ocuparse, se vio plenamente justificada por lo que realmente logró en los corazones y vidas de quienes por gracia y fe, ahora dieron una respuesta adecuada a estos dos predicadores. Juan y Jesús tenían cada uno su misión particular. Cada uno cumplió su tarea. Esta tarea fue realizada en forma impecable por Jesús, quien es él mismo en persona, “la sabiduría de Dios” (1°Cor.1:30). Fue realizada en forma excelente por Juan. Los hijos de la sabiduría (Luc.7:35) son todos los que fueron suficientemente sabios como para recibir de todo corazón el mensaje de Juan y el de Jesús. Entre Juan y Jesús había esta semejanza: ambos proclamaban el evangelio. Aun el mensaje de Juan ciertamente no estaba sin esperanza (Jn.1:29). Aun cuando su énfasis estaba en el arrepentimiento, su exhortación inspiraba algo mejor. Sin embargo, entre Juan y Jesús también había un contraste, no solamente el señalado aquí en 11:18, 19, sino también que mientras Juan proclamaba las buenas nuevas, Jesús no solamente proclamaba las buenas nuevas, sino que vino al mundo para que hubieran buenas nuevas que proclamar. Amén y amén.

CONCLUSION

Que tremenda enseñanza la de hoy, cubriendo todas las Escrituras, la ley, los profetas y los Salmos, donde Juan es cumplimiento también de ellas, como el Elías de ese tiempo, el gran heraldo de Dios, para llegar a la profecía más grande que salvaría a todos los hombres de su pecado, Jesús. Hoy día sabemos que en un grado considerable ya se ha producido la defensa de la sabiduría en los hombres sencillos que lo hemos aceptado, Él es nuestra justicia (2°Cor.5:21) ¿No está siendo “justificado” por miles y miles de vidas que han recibido las cosas con el corazón y han actuado sobre la base de lo oído, el evangelio de la salvación?  y ¿no vendrá la plena y definitiva defensa en el día de la consumación de todas las cosas, y por siempre jamás después de ello?. Ahora Cristo Jesús es nuestro heraldo perfecto y nosotros los heraldos de la Cruz, para la gloria de su nombre, hay que dejar de ser niños y estar firmes para arrebatar el reino de los cielos. Amén.

APOYO ESTUDIO: IB MITEI

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